K era un niño inteligente, pero como la mayoría de los niños de su edad, no se tomaba la escuela en serio. Cuando tenía 16 años, aún en el tercer año de preparatoria, tuvo un accidente automovilístico y se lesionó la columna. Sus doctores le dijeron que nunca más volvería a caminar. Pero se negó a darse por vencido, esto no sería el final para él. Fue a fisioterapia, hizo su propia terapia en casa y encontró un entrenador que lo ayudara a seguir adelante. En un año ya estaba caminando; en dos practicaba deportes y esta experiencia le enseñó algunas cosas que lo acompañarían de por vida: - Nunca des la vida por sentada. - Tuvo que ahondar en sí mismo para atravesar la experiencia y aprendió a entenderse a sí mismo, sus motivaciones y su lugar en el mundo. - Un efecto secundario de esto fue que ahora podía leer y comprender a las personas que lo rodeaban de la misma manera. - También quería fortalecer su cuerpo y su mente para nunca volver a ser herido de la misma manera.